Partiendo de un local de geometría cuadrada, el desafío consistió en transformar este espacio en un ambiente diáfano y fluido. Para lograrlo, se dispuso una estructura central que actúa como el eje principal de la clínica, optimizando el uso del espacio y facilitando una circulación eficiente.

La estructura principal, formada por una celosía de madera chapada en roble, juega un papel fundamental tanto en la estética como en la funcionalidad. Este elemento, que se eleva hasta una altura determinada, genera una línea visual que recorre todo el interior de la clínica, aportando una sensación de mayor amplitud y altura. La celosía permite también una adecuada distribución de la luz natural, lo que mejora la luminosidad de las distintas estancias y contribuye a crear un ambiente más cálido y acogedor.

El uso de materiales como la madera de roble y el ladrillo cara vista aporta textura y carácter al espacio, creando una sensación de continuidad entre el exterior y el interior. Este efecto se refuerza en el acceso a la clínica, donde un detalle curvo en la fachada guía a los visitantes de forma suave hacia el interior, culminando en una sala de espera que mantiene la coherencia estética y funcional de todo el proyecto.

El diseño, centrado en la claridad espacial y la optimización de los materiales, no solo cumple con los estándares estéticos de una clínica moderna, sino que también mejora la experiencia del usuario al hacer que el espacio sea más agradable.

La organización de la zona privada de la clínica, situada en el lateral, sigue un enfoque bien pensado que optimiza tanto la funcionalidad como la estética del espacio. El acceso a esta área se realiza desde los vestuarios, lo que asegura una transición fluida y discreta entre las zonas más públicas y privadas.